Sergio Flores y el diseño del
mensaje en la comunicación social.
Por Fernando Destéphen.
Escritor y Poeta hondureño
El escritor se vuelve el vigilante de un constructo panóptico conocido como
sociedad y analiza las sub categorías de una estructura que tiene un movimiento
independiente, a los planes o planteamientos políticos o las políticas humanas,
el rizoma parte desde lo más básico de un núcleo social, una familia no sanguínea,
por afinidad, la hermandad que se incuba en las sombras a media luz y que
encuentra la armonía en los lugares más inesperados, pero que al mismo tiempo
son los más conocidos, imágenes que son comunes en la región, orillas de ríos,
mercados, lugares abandonados, y la indiferencia que el autor hace integral en
la ecuación sistemática del signo y el símbolo, así como el silencio en la
narración de una muerte.
El autor, tiene la empatía para reconocer y utilizar las herramientas para
contar una historia común, pero que tiene los elementos cuantitativos de
sincronía y aleatoriedad en el libro, sin perder el sentido estético, o el fin
comunicacional, y sin la cursilería previsible en las novelas paridas con el
compromiso del “best seller” sin alma, se desdobla de este mundo y logra entrar
en la unidad de cuidados intensivos de una subcultura que se esconde de la
realidad en la zona de confort de las campañas políticas, que prometen el Edén
de un perfeccionamiento que convierte a los países en la tierra de nunca jamás,
donde el desprotegido, tiene dos opciones; la muerte, o la peregrinación
anónima de escarbar en la basura para buscar alimento.
Sergio Flores señala la sociedad usando las formas y el lenguaje que habla la
misma, cuando se tocan temas tan sensibles como; los niños de la calle, la
pobreza, delincuencia, prostitución, intolerancia, homosexualismo, temas
hábilmente disfrazados con; ONG'S, o discursos en los días que la UNICEF
celebra festividades en honor a una baja en estadísticas. Hay un mensaje que
cumple las normas de la comunicación.
“Saciar la sed causada por la profunda desolación que le provocaba sentirse un
ser despreciado y marginado por una sociedad hipócrita y carente de humanismo”
(Acevedo, 2016)
La obra recoge las múltiples fallas de ese constructivismo, que se convierte en
una desconstrucción social que proclaman los personajes del mundo que llevan el
epíteto de políticos.
La extrapolación de un juego en el ambiente de una realidad, que no termina de
dar el paso tecnológico que nos lleva corriendo en un paralelo incesante donde
en un pestañeo hay nuevas apps, juegos, adelantos que aceleran el proceso hacia
un futuro lleno de incertidumbres, pero al mismo tiempo nos embrutecen, ese
juego en 3D que interpretamos como avance podrían ser las alas de una humanidad
Ícaro que vuela muy cerca de un sol mecánico que gira en torno a un centro
desconocido por la mayoría. La imagen de la impunidad se incluye como una
constante en los sistemas policiales y de justicia de la región.
La inocencia no tiene carácter clasista, se manifiesta aún en lamentables
estados de pobreza, necesidad y aislamiento social, el llamado de uno de los
protagonistas es un llamado a la reflexión del ser para abandonar lo conocido y
estéril, para dar vida en un caos ingobernable.
(Flores Acevedo, Desde el centro de la penumbra, 2015, pág. 88)
A medida se desentraña el libro el autor hace críticas al sistema, a la
práctica política intrínseca mal conformada y ejecutada que habla del todo y
soluciona nada, que otorga poder económico y clase a personajes que usan al
pueblo como trampolín justificando su beneficio, se atoran de discursos de
palabras arrastradas y sonido común, sin plantear una solución real al
problema, aumentando la producción de los mismos hacia un agujero negro social,
un vórtice donde el pueblo no cambia su condición esclavista, su estatus quo de
explotado donde ni las migas que caen de la mesa política ajustan para aplacar
el hambre.
El personaje de Carlos Noyola aún en su condición de sociópata puede apreciar
con claridad el contexto socio-político del país y diserta sobre el atraso
moral y la evolución de un país democrático para unos cuantos, su sátira y
elocuencia le permiten dentro del tiempo de los sucesos de la novela tener
momentos de lucidez filosófica sobre el método de gobierno, y su insatisfacción
con el mismo, y el nuevo modelo neoliberal de oportunidades disfrazadas de
libertades, entendidas abiertamente como la esclavitud de la tecnología y el
modernismo seductivo.
En un momento el autor hace la hiperbolización mediática de la nueva forma de
solidaridad digital, la que está a un clic de distancia.
En el punto geométrico correcto otra vez dentro del tiempo adecuado y entre
líneas, describe la nueva zona de confort del individuo, donde el gobierno es
culpable de todo y somos víctimas y espectadores pasivos de este teatro.
Aún en un mundo globalizado somos seres etnográficos, sociedades parecidas las
matrioskas una cultura, que esconde subcategorías y submundos, uno dentro del
otro, y cada vez más cerca de la oscuridad y más alejados de la luz, donde los
monstruos de estos laberintos verticales toman forma, pero ¿quién los crea y
alimenta? ¿Usted, yo? Que nos volvemos (nuevamente) contempladores pasivos del
mal. Al final la victimización del ser viene de raíces muy profundas en el
espíritu del que se aísla y escoge la oscuridad como forma de vida y
justificación para la maldad.
“En la calle, los ojos delatan al pícaro y al tonto”
(Acevedo, 2016)
Existe una educación cognoscitiva, simbólica y útil, la enseñanza o sabiduría
de la calle, el escritor sabe en qué momento usar los metalenguajes que se
manejan en los diferentes círculos sociales. El narrador nos entrega una
lección con una carga de imágenes desgarradoras, que nos muestras la
importancia del silencio reflexivo de la muerte, como un personaje fundamental
en la tristeza de los niños que velan a un hermano, la solidaridad y la
fraternidad de este pasaje nos hace pensar y recordar que somos humanos, que
sentimos, que vivimos y sentimos la soledad, el manejo correcto del lenguaje de
la sensibilidad, el autor hace catarsis, llora, se lamenta, critica, se
desdobla y sale de las palabras al plano inmanente del lector que se transporta
a una fría y abandonada sala velatoria donde hay una escena con cuatro
personajes; 2 vivos, uno muerto y el omnipresente silencio, este es un pasaje
que se cuenta con la fuerza de una imagen muda.
(Flores Acevedo, Desde el centro de la penumbra, 2016, págs. 144 -145)
Sigue el escritor con la crudeza de la narración, presenta un mundo camuflado
en el discurso del progreso, un epitome escatológico de la decadencia, estas
sociedades en sueño reflejan dualidades que se disuelven en la indiferencia
colectiva; dejar hacer, dejar pasar.
Se incluye el paisaje urbano que se intenta ocultar, las tribus más inhumanas,
donde el ser es despojado de todo por el vicio del momento y la ruta de la
inconciencia, la aceptación de la marginación como cognitiva e inmanente a la
voluntad de la religión.
(Flores Acevedo, Desde el centro de la penumbra, 2016, págs. 152 - 155)
Se siente un salto calculado en la narrativa, consecuencia del trabajo y el
mayor despertar de conciencia que no solo es fruto de sensibilidad sino de una
fidelidad social por el cambio, tomado por la antonomasia de la palabra, desde
la revolución literaria/cultural, un trabajo estadístico con la que el producto
final es una historia construida con una expresión más simple la que sintetiza
el diseño del mensaje final.
Sergio Flores, concatena los elementos tecnológicos en el relato, haciendo
alusiones a este semi despertar de la interconectividad y el alcance del
internet, con la facilidad de recargar con saldo un modem portátil.
“Despertaba presionado por temores que eran alimentados por su descontrolado
tren de pensamientos”
(Flores Acevedo, Desde el centro de la penumbra, 2015, págs. 183 - 184)
El asesino que es el protagonista, confunde su rol en un juego o lucha interna
de personalidad, en una confusión sexual a causa de un trauma infantil, un
trastorno, una anomalía en el carácter que lo convierte en un megalómano y
héroe para sí mismo dejando por fuera la justicia y legislación de un país.
Otro elemento importante es la vibración maligna que ejercen las maras y
pandillas, queda reflejado en el relato crudo y barbárico, una realidad que
toma mucha distancia de una de esas orgias estadísticas que celebran la baja de
asesinatos y guardan un silencio cómplice cuando se van al alza, el escritor
conoce estas características y las usa como herramienta lingüística y
prosopopéyica dentro del trabajo semiótico de interpretar la incertidumbre y la
impotencia de vivir en una guerra social declarada al ciudadano neutro.
La valoración moral que se puede hacer mediante un perfil de red social es
directamente proporcional a la moralidad real, el concepto de moralidad se
ejecuta en un segundo plano,
"Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de
idiotas"
(Umberto Eco 2015)
“Las redes sociales son una trampa”
(Zygmunt Bauman 2015)
El estado líquido de la tecnología en un sentido metafórico retomando la
metodología de Bauman se nos escapa, se está convirtiendo en una masa sin forma
que nos arrastra a un nuevo sistema de signos más fácil que en la antigüedad
reciente, pero con un cifrado más complejo.
La parte final del libro nos lleva en un viaje interno a un proceso viciado, de
causas y tecnicismos legales, misas negras y la corrupción en su estado más
ambiguamente puro, un veredicto que se dicta a consecuencia de un precio en
dólares, en un mundo donde se puede comprar la justicia si no importa gastar,
dejando de lado actos inicuos que se realizaron, para darle al relato el giro
real dentro del campo de lo paradójicamente posible y permitido, muestra los
puntos débiles de un cuerpo legal obligado a actuar en contra de sus preceptos,
pero también y entrando en una vibración que alumbra la esperanza, añade un
remolino que hace girar la historia e imprime el valor real del amor, la
honestidad y el anhelo de un horizonte nuevo que nace con los ojos fijados en
el cambio humano.
Tegucigalpa, julio de 2016
Excelente aporte del escritor hondureño Fernando Destephen a la obra de su colega salvadoreño Sergio Alfredo Flores, un valor centroamericano que debe brillar por su pluma y por su compromiso de escritor real para con la sociedad
ResponderEliminarExcelente aporte del escritor hondureño Fernando Destephen a la obra de su colega salvadoreño Sergio Alfredo Flores, un valor centroamericano que debe brillar por su pluma y por su compromiso de escritor real para con la sociedad
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