Por: Dr.
José Homero Cabrera Díaz
La obra EL FEUDO del escritor Sergio Alfredo Flores Acevedo,
tiene como escenario el territorio nacional de El Salvador. Los personajes y la
ambientación, están extraordinariamente vivos; las escenas montadas al estilo
de los mas consumados directores. La violenta muerte de una Procuradora;
repetidas e inconfiables elecciones de funcionarios públicos; grupos de
investigadores que exhiben los más nítidos actos de matonería; uno que otro
grupo de sicarios que viven de la muerte y de interesados desalmados que la
pagan como cualquier otra presentación deservicios; los contables estallidos
sociales; las manifestaciones realizadas en las calles y lugares públicos; los
siempre activos sindicatos; el estallido de bombas y artefactos explosivos
especiales; algunas situaciones nada ejemplares de algunos mandos medios de la
policía, el ejército y el OIE, ministros de Estado, Fiscales, Policías y
Jueces; tienen especiales y censurables valoraciones en sus quehaceres diarios.
La masa social tiene un nítido comportamiento explosivo,
creciente y hambriento, y se traduce en la esperanza de que los dueños de la
tierra, los instrumentos de trabajo, los insumos agrícolas y los medios de
producción, no se queden y apropien, de modo voraz e insaciable, de cuanto
produce la tierra. La masa social, el cuerpo social hambriento, clama que de
igual manera que se socializa la siembra, también se socialice la cosecha.
Las piezas de ajedrez, ya sean los dueños de la tierra, los
oligarcas, los banqueros, los industriales, el Ejército, la Policía, las
autoridades judiciales, las asociaciones de abogados, los Partidos Políticos,
las argollas o cúpulas de estos, los siempre aprovechados políticos, los
lactantes del erario público, ya no tienen más cabida, ni tienen reservado
ningún lugar, en el nuevo estado de cosas impulsado por muchos hombres
bienhechores y encabezados por Monseñor Oscar Arnulfo Romero y Galdámez.
La obra es tan patética que casi es una exhortación a que el
pueblo, tan pronto pueda, produzca la muerte del capitalismo salvaje y de
quienes viven holgadamente aprovechándose de semejante modelo económico.
La obra concluye de modo tal, que hace nacer la esperanza,
alimenta la idea de una nueva vida en sociedad, aspira a un nuevo orden social,
asume un cambio generacional, produce una oportuna Proclama Nacional, en la que
se establecen los cambios que la sociedad salvadoreña necesita, para
verdaderamente superar, de una buena vez y sin dudas, ni temores, los
primitivismos salvajes tan propios de estos lares.
Finalmente, el lavado de dinero, los narcotraficantes, el
narcomenudeo; las armas a granel, la muerte por doquier, las investigaciones
amañadas; los nada inmaculados investigadores, €la crecida y creciente
corrupción, el indebido uso de los recursos del Estado; el repudiable comportamiento
de algunos ministros de Estado que, como titulares de carteras, saquean estas
como si el patrimonio que desaparece, no tuviera dueño; algunos funcionarios
del gobierno a expensas de Juan Pueblo, amanecen disfrutando de vidas de Sultán
son, entre otras, la denuncia valiente, escrita y contenida en el libro “EL
FEUDO”, tierra, tributo y condena, de quienes en su inmensa mayoría, pasan de
la nada a la extrema pobreza, y todavía los teóricos gubernamentales,
hipócritamente, la llaman movilidad social y económica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por sus aportes