Cuando
en una mesa de amigos, todos los comensales son salvadoreños, y estos además de
comer, conversan sobre la vida cotidiana
del país; existe la posibilidad que alguno de los siguientes nombres, sea mencionado aleatoriamente, dentro de la
plática: Roque Dalton, Roberto d'Aubuisson, Salarrué, Claudia Lars, Maximiliano
Hernández Martínez, Monseñor Romero, entre otros no menos importantes. La
mención de un nombre en especial, podría servir de filo para iniciar un
acalorado debate o relajar los ánimos, llevando al grupo a la reflexión. Esto
se debe a que estos individuos, sirven de puntos de referencia, para entender
nuestra historia, pues sus vidas, estuvieron rodeadas de condiciones especiales,
en las que desarrollaron todo su potencial que, terminó creando cambios, en la conciencia de
la nación, cimentada entre el amor y el odio a sus magnéticas existencias. Es
importante reconocer que, mientras los hombres y mujeres más significativos, han
venido dirigiendo al conglomerado para construir el rumbo de nuestro famélico
estado de derecho; la literatura siempre se destacó en su importante labor,
para mejorar la visión de los acontecimientos. Nuestros Poetas nos han
encantado con la perfumada palabra, para que podamos degustar el sabor a
patria; la poesía también es el canto a la libertad que nos ha guiado, para
entender la profundidad de nuestras raíces como pueblo. Los narradores han
descrito con dolor el drama humano, en los duros acontecimientos, de las distintas
coyunturas en las que los pobres, siempre han llevado la peor parte. Y no es
temerario sostener que nuestra literatura y sus obreros, han sido la
inspiración constante de la utópica revolución, que debe llevarnos a un cambio
fundamental. Y esto se puede advertir fácilmente, desde las fuentes
bibliográficas que explican los fundamentos de la nación salvadoreña; cuando
esta, aún era una joven nación a principios del siglo XIX, y cuya ruta
imaginaria en esos momentos era de independencia, soberanía y justicia social. Por
medio de los literatos comprendimos, como en el siglo XX, se consolido la
vernácula oligarquía cafetalera, quienes ansiosos por triplicar sus ganancias,
comenzaron un persistente crecimiento de sus propiedades para sembrar más y más
café. Aunque este crecimiento se haya debido a la descomposición de la
autonomía del campesino y el despojo de las tierras, el cual se realizó por
medio del chantaje, el prevaricato y la creación especial de leyes que
permitieron grandes usurpaciones. La literatura nos ha contado de manera
detallada cual fue el desenvolvimiento de todo ese proceso vergonzoso de robos descarados.
La oligarquía en su proyecto expansivo, experimentó una esplendorosa abundancia, a la que le
siguió una estrepitosa caída debido a una crisis global de los mercados en 1929
y que afectó visceralmente la compra de café; esto generó una gran crisis
humana en el país y que culminó con un importante levantamiento indigena y un
subsecuente genocidio de gran envergadura que, aniquiló a una etnia entera, en
enero de 1932. A partir de ahí se instauró una larga dictadura militar que duró sesenta años. El general Maximiliano Hernández Martínez, fue el primero de los
elegidos para dirigir ese reinado militar. Este llegó al poder, luego de un
golpe de estado en 1931 el cual se consolidó, después de haber dirigido las
masacres en enero de 1932. Y quien después de trece años en el poder, tenía el
interés de perpetuarse en él; por lo que surgieron grupos sociales que
ejercieron presión para que este lo abandonara. Entre estos grupos sobresalió
uno conformado por escritores a los que se les conoce como La Generación del 44, esta agrupación de literatos es una de las más importantes del siglo
pasado. La Generación del 44, estaba
conformada por Hugo Lindo, Oswaldo Escobar Velado, José María Méndez y Matilde
Elena López. Quienes con su maravilloso dominio de la palabra escrita, guiaron
el espíritu del pueblo e hicieron entendible la necesidad de liberarse de la Injusticia
social y política. Aun hoy en día su poderosa poesía, tiene la misma vigencia
de aquellos turbulentos días. Basta con leer el siguiente fragmento del poema Patria Exacta de Oswaldo Escobar Velado:
…Esta es mi Patria:
un río de dolor que va en camisa
y un puño de ladrones
asaltando
en pleno día
la sangre de los pobres.
Cada gerente de las Compañías
es un pirata a sueldo; cada
Ministro del Gobierno democrático
un demagogo
que hace discursos y que el pueblo
apenas los entiende…
Durante los sesenta años de dictadura, los
militares sirvieron como fieles custodios de los intereses de los poderosos grupos
oligarcas, y mantuvieron a raya y con brutalidad todo intento de resurgimiento
de cualquier movimiento que tuviera relación con el partido comunista, cuya bandera
fue la que enarbolaron los indígenas que se levantaron en el occidente del país
en enero de 1932. En la dictadura militar se desarrollaron ocho golpes de estado,
que demostraron la inestabilidad del Estado salvadoreño, debido a las violentas
pugnas de los grupos de poder oligárquico. En todo ese escenario la Izquierda, desde
su surgimiento a mediados de la década de los veinte y que fueron diezmados con salvajismo desde enero del 32, venia en un
vaivén de reunificar nuevamente sus esfuerzos. Dentro de esos intentos
clandestinos se unió una nueva oleada de intelectuales, que fueron los que por
medio de la palabra escrita, comenzaron nuevamente a desarrollar opinión sobre
el estado de las cosas a nivel social, político y económico. Sobre todo, porque
la represión había llegado a niveles desesperantes, pues la tortura se había tecnificado,
y se habían creado instituciones paramilitares, cuya misión era la de mantener
un espionaje hasta en el último cantón, para garantizar el establishment. En
medio de ese estado represivo en 1950, aparece otro gran movimiento literario,
el cual fue conocido como la Generación Comprometida.
Conformada por escritores nacionales y latinoamericanos residentes en el país.
Entre los escritores de este nuevo impulso intelectual se encuentran Ítalo
López Vallecillos, Irma Lanzas, Eugenio Martínez Orantes, Orlando Fresedo,
Waldo Chávez Velasco, Álvaro Menéndez Leal entre otros, de este grupo
sobresalieron algunos escritores que dieron un aporte intelectual crítico, a la
situación social y político del país. Fueron por tanto portadores de la
antorcha que ha venido iluminando el sendero hacia la búsqueda de la real
democracia, y de la que por ahora estamos muy lejanos de obtener. Dentro de su
proceso evolutivo La Generación Comprometida, evoluciona en varios grupos entre las
décadas de 50 y 60. En ese proceso destacaron en su seno escritores como Roque
Dalton, Roberto Armijo, José Napoleón Rodríguez Ruiz, José Roberto Cea, Jorge
Arias Gómez, José Enrique Silva, Mauricio de la Selva, Mercedes Durand, Manlio
Argueta, René Arteaga, Alfonso Quijada Urías entre otros. La cual destaca por
su grandioso aporte intelectual, pues llevaron su compromiso político a la
práctica; sus trabajos fueron fuente de inspiración para soñar en la patria
para todos. El movimiento de la izquierda radical fue inspirado por estos
poetas y narradores, quienes de corazón deseaban un cambio fundamental a favor
de los pobres. Por eso no es extraño que se haya construido un culto especial a
esa Generación de escritores en la que destacan personajes como Roque Dalton,
quien con su inteligencia magistral y utilizando el arte de la palabra escrita,
nos hizo comprender el amargo escenario en que se encontraba un pueblo, que
dormitaba como un moribundo. Basta con que leamos un fragmento de su poema de
amor:
…los
arrimados, los mendigos, los marihuaneros, los guanacos hijos de la gran puta,
los
que apenitas pudieron regresar, los que tuvieron un poco más de suerte,
los eternos indocumentados…
La historia es cruel, pues a Roque Dalton, lo
mataron los altos mandos de la izquierda radical, esos mismos a los que con sus
profundos aportes a la conciencia de la nación, los hizo evolucionar hasta que se
convirtieron en un poderoso ejército guerrillero. La convicción de la fuerza
guerrillera, estuvo alimentada incansablemente por la poesía y la narrativa,
que además influía fuertemente en la población que apoyo los esfuerzos
guerrilleros. En la década de los setenta surgen las cinco organizaciones
políticas militares que conformaron a principios de los ochenta el fmln. La
guerra duró doce años y abarcó la década completa de los años ochenta; hasta la
firma de los acuerdos de paz. Con el acuerdo de paz, se desmovilizaron las
fuerzas guerrilleras y el frente
guerrillero se convirtió en partido político, como una alternativa de “cambio
real”, frente a los expoliadores oligarcas, quienes con sus partidos reaccionarios y a través de
la historia han confeccionado un Estado servil, el cual siempre ha beneficiado
la protección de sus riquezas. Al interior del fmln, los hombres y mujeres, que
dirigieron la guerra; en la nueva situación, se convirtieron en los máximos
dirigentes del partido, por lo que no fue difícil que aparecieran las viejas
pugnas de poder interno, cuyas raíces se encontraban profundamente metidas en
la conciencia de los otrora comandantes, desde los días aciagos de la guerra. A
medida que avanzó la década de los noventa, al interior del partido se
desataron grandes fragmentaciones debido a las luchas de poder interno. Ante
esas crisis la cúpula hegemónica comandada por los señores de la guerra, aplican
el mismo sistema utilizado en la guerra, en donde “la orden no se discute, solo
se obedece”. Por eso es muy común observar la expulsión de todo aquel que
no quiera obedecer. Este comportamiento antidemocrático y abusivo,
paulatinamente ha desencantado a muchos intelectuales,
artistas, campesinos, obreros sindicalizados y excombatientes guerrilleros.
Muchos de ellos, bailaron borrachos de alegría, en la fiesta del 16 de enero de
1992, día en que se firmaron los acuerdos de paz. Ahora que el fmln se
encuentra en el poder del ejecutivo, el
estado servil que construyó la oligarquía sigue intacto y sirve como oficina de
sus ambiciosos planes. Mientras los altos dirigentes del partido han creado un
vergonzoso clientelismo al interior del partido y que tiene una poderosa
influencia en las instituciones gubernamentales y alcaldías, en las que
prevalece el nepotismo y el pago de favores. Al
interior de los mandos medios de dirección, se desatan fuertes luchas para
lograr puestos importantes de dirección o la búsqueda de privilegios. No es
desconocido que algunos viejos comandantes, se han convertido en acaudalados
empresarios y viven mejor acomodados, que algunos burgueses de la vieja
oligarquía. Cuando bajaron de la montaña, fueron sobradamente adulados como
representantes de los nuevos tiempos, y
eso en lugar de volverlos más sensibles con los cambios profundo que el
pueblo necesita, sólo aceleró el deseo de abandonar las zonas en donde
dirigieron la guerra y dejar de caminar a pie, por los parajes de la campiña de
las zonas anteriormente conflictivas; para conducirse hoy, en camionetas del
año, con aire acondicionado, siendo escoltados por guardaespaldas fuertemente
armados. El lujo y las comodidades para estos otrora comandantes, se ha vuelto
en una manera exclusiva de vivir, y para mantener ese estatus, se debe fomentar
la manipulación y el abuso de poder, haciendo a un lado a todo aquél que
represente un obstáculo, a sus intereses. La anterior situación, hace recordar
aquélla canción del grupo musical de origen venezolano de nombre “Ahora”, la cual dice:
“..Gran
hablador de Lenin, de Mao eres pasionario,
de
Fidel adorador, de práctica reaccionario.
Con
cargo en un ministerio, cuestionador del sistema
Todos
te reconocemos, oportunismo es tu emblema
Revolución
de papel, por las noches el café,
y con
cuatro compañeros, entre cerveza y mujer...”
Para nadie es desconocido que
el fmln, a medida que ha ganado poder político, se ha desvinculado
paulatinamente con los movimientos reivindicativos de la clase obrera y
campesina, y ha venido construyendo una férrea alianza con los grupos
oligárquicos, convirtiéndose de un aparente partido revolucionario socialista,
a un partido electorero. Esa tendencia inevitablemente crecerá aún más, pues la
ambición es del tamaño de la ceguera de sus dirigentes. En un futuro, el
partido comenzará a languidecer, y su muerte como movimiento político de
“izquierda”, será provocada no por la oligarquía como el enemigo de clase, sino
como una implosión en sí mismo, la cual tendrá su poderoso origen, en la
codicia y el abuso desmedido y voraz de sus dirigentes. Ante esta oscurecida
visión de la realidad, la literatura no puede apagar la antorcha de la
esperanza. Estamos en tiempos turbulentos; debemos por tanto volver a
retroalimentar la necesidad del cambio fundamental que, todos necesitamos. Para
eso se vuelve urgente la palabra escrita por los obreros de la esperanza. El
Salvador sigue necesitando la revolución cultural y social que esperaron
nuestros ancestros. Poetas y narradores es el momento nuevamente de alzar la
voz y comenzar a despertar al dragón
dormido, pues como decía Roque Dalton:
El
Salvador será un lindo
y (sin exagerar) serio país
cuando la clase obrera y el campesinado
lo fertilicen lo peinen lo talqueen
le curen la goma historica
lo adecenten lo reconstituyan
y lo echen a andar.
El
problema es que hoy El Salvador
tiene como mil puyas y cien mil desniveles
quinimil callos y algunas postemillas
cánceres cáscaras caspas shuquedades
llagas fracturas tembladeras tufos…
Me gusta leer mucho sus obras literarias amigo Sergio, felicitaciones por esta importante narrativa amigo, saludos fraternos
ResponderEliminarGracias mi buen amigo. Un abrazo fraterno para usted.
EliminarColega un orgullo de El SalvadoR,de la UES. Saludos.
ResponderEliminarColega, orgullo de El Salvador, de
ResponderEliminarLa UES.saludos.
Gracias estimado colega y ex compañero del alma mater.
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