El veinticuatro de marzo de mil novecientos ochenta, después de
haberse perpetrado el magnicidio contra Monseñor Oscar Arnulfo Romero y
Galdámez, a un grupo de catequistas devotos se les encomienda guardar y
proteger un tesoro sagrado. El máximo Jefe de los Escuadrones
de la Muerte ordena encontrarla y asesinar a todos aquellos que
tengan relación con este. El asesino solamente es conocido como El Emisario del
Diablo, quien es un despiadado psicópata, el cual ha hecho de sus
crímenes una verdadera profesión.
En el año 2008, Santiago Amaya, desarrollaba su
rutinario trabajo como auxiliar del Fiscal General de la
República, cuando su vida da un vuelco inesperado al recibir en su
turno de fin de semana la visita de un anciano que desea hacer una denuncia,
pues cree haber visto a un sujeto que lo busca, desde marzo de 1980 para hacerle
daño, y del cual manifiesta no poderlo identificar, Santiago no le da
importancia al relato. Cuando en horas de la madrugada es llamado para atender
la escena de un crimen, en la que el anciano había aparecido brutalmente
asesinado, se da comienzo a una frenética persecución en la que se devela la
oscura historia de los Escuadrones de la Muerte.
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