sábado, 22 de junio de 2019

El Salvador y el estado de la legión de putas. Por Sergio Flores.





                                         


Como Estado soberano, hemos tenido quince constituciones, la mayoría de ellas calcos de instrumentos ajenos, y por lo general creadas durante o después de grandes derramamientos de sangre. Tuvimos una larga dictadura militar-oligarca, cuya extensión fue de sesenta años (1932-1992). A los criminales oligarcas no les tembló el valor para robar las tierras a miles de campesinos a inicios del siglo XX. Con esos robos perversos emprendieron la siembra masiva de café y con eso se aseguraba más y más sus inagotables ganancias; fue por tanto necesario para ellos, construir un Estado servil y decadente que estuviera sometido a sus antojos. Ante las disconformidades sociales, los oligarcas crearon un compadrazgo simbiótico con los militares, quienes, como perros guardianes, protegieron las propiedades de sus amos, y eso a costa de que, durante el siglo XX, cerca de 250,000 salvadoreños, fueran exterminados por ser considerados una amenaza a los intereses del estado de legión de putas que habían creado. Entre 1913 a 1979 se dieron ocho golpes de Estado, en los que se demostró las pugnas viscerales de poder de los grupos oligarcas, buscando acomodos para tener una mejor posición en sus ambiciosos planes, y con eso seguir y seguir expoliando al país y crear planes más efectivos para reprimir con mejor brutalidad, todo intento de sublevación social. En esos vergonzosos episodios históricos, los militares siempre actuaban como los matones del burdel estatal, y para mejorar su efectividad tecnificaron la tortura y las desapariciones forzosas. 
Durante la década de los sesenta implementaron la doctrina de la seguridad nacional, asesorados por la CIA, pues sé debía “salvar” al país del comunismo, eso facilitó la llegada de especialistas en contrainsurgencia, para preparar a las hordas criminales que dieron pensamiento y formación a los escuadrones de la muerte, que sembraron terror y mucho dolor en la patria querida que sigue sangrando. Esos criminales jamás han sido juzgados, sobre todo los ideólogos oligarcas, que hoy en día reciben premios a la excelencia empresarial en eventos montados por los mismos oligarcas. Desde el inicio de la brutal dictadura (1932), la mayoría de instituciones públicas, eran dirigidas por coroneles y generales y estos eran considerados como dioses del olimpo, por las autoridades civiles; culturalmente en El Salvador, aún se conserva el anacronismo de invitarlos a la celebración de actos públicos y nominarlos como “autoridades militares”. Construida de esa manera la casa de putas, no tardo en que la cultura y las artes sufrieran un sistemático y continuo deterioro, pues para los oligarcas la felicidad la otorga el pisto y su visión de emprendedurismo, consiste en montar negocios que promuevan el consumo masivo de productos suntuarios, para generar más y más ganancia, por lo que en medio de la convulsión social que se agudizó en la década de los setenta, comenzaron a apostarle a empresas que adormeciera a la población con la venta de artículos de fácil acceso para todo tipo de consumidor. Si usted estimado lector o lectora hace memoria, se dará cuenta que el último grupo de poetas y narradores comprometidos con el despertar de la conciencia nacional, se ubica entre la década de los sesenta y setenta del siglo pasado, a ese grupo de escritores se les conoció como “La Generación Comprometida”. Hace cincuenta años tuvimos un grupo de intelectuales comprometidos con alumbrar el sendero hacia la construcción de la patria para todos; cuando la generación comprometida desaparece ya sea por persecución o asesinato, los oligarcas, sabedores que otro movimiento literario de ese calibre calentaría a más de una cabeza; pensaron, pensaron y pensaron, hasta que llegaron a la conclusión que así como habían prostituido toda la estructura del Estado, podían meter a la casa de putas a todas las expresiones de la literatura y las artes y, aquel que consideraban nocivo para entrar a esa sucursal del burdel del estado, pues simplemente dejarían que se lo comieran los zopilotes. Durante las décadas de los 80 y 90, marginaron a los poetas y narradores y toda expresión de libre pensadores, lentamente cerraron espacios vitales para ahogarlas y eliminar a los resentidos sociales, tal como sus pervertidos medios de comunicación llaman a los que están en contra de su vicioso negocio. Y como una grandiosa alternativa, en los ochenta proliferaron programas televisivos de espectáculos de entrenamiento superfluo, dirigidos por individuos con mucha labia, pero poco cerebro, que aun hoy en día, trabajan como especialistas del entretenimiento, mediante el ridículo y la bayuncada, sin ofrecer más que consumo y más consumo. Algunos artistas plásticos, para no morirse de hambre, terminaron haciendo “arte publicitario”; aunque los artistas plásticos saben que el arte, cuando se vuelve instrumento para vender baratijas del consumo masivo, simplemente se prostituye. A principios de los ochenta, también inicia la guerra civil entre la guerrilla izquierdista y la dictadura militar-oligarca; la guerra fue un parto sifilítico de toda la perversión que los proxenetas del estado de la legión de putas construyeron desde un inicio. La última Constitución del decadente Estado salvadoreño fue promulgada en 1983, como un placebo para detener la desbordada violencia de la guerra civil. La reciente constitución no tardó en comenzar a ser violada, por cualquier bruto abusador. Se podría asegurar que nuestra constitución a esta altura agoniza de sida, por las reiteradas violaciones que ha sufrido desde su nacimiento. La guerra terminó en 1992, con un saldo de más de 70,000 muertos, las partes beligerantes, firmaron un acuerdo de paz. La guerrilla formó un partido político, con el objetivo de alcanzar el poder por medio de elecciones “democráticas”. Los antiguos comandantes se volvieron los potenciales candidatos y la mayoría de ellos, fueron electos como diputados, alcaldes, ministros etc. Antes de que alcanzaran el poder, era común verlos viajando en los buses, del servicio ordinario, entre la incomodidad e inseguridad, o en viejos vehículos de cuarta mano, que necesitaban ser empujadas, cuando tenían algún desperfecto mecánico; es gracioso verlos en fotos antiguas con ropa barata y entre gente sencilla. Esos comandantes que en sus discursos promulgaron un cambio real a las condiciones miserables de los más pobres, una vez ya estaban sentados, disfrutando de las tajadas suculentas del poder, vieron la gran oportunidad de crear su propio lupanar, desde donde se vociferaban discursos puritanos de izquierda, pero todos sabíamos que era un miserable puterío de poca monta. De esa manera prostituyeron las convicciones de los mártires y héroes, prostituyeron toda la acumulación de décadas y décadas de lucha por la reivindicación de los derechos fundamentales y la construcción del verdadero Estado de Derecho. Los señores y las señoras de la cúpula del partido de izquierda, desfilaban en carros de alta gama y rodeados de su seguridad personal y un séquito de aduladores. Al perder el poder perdieron esos privilegios y el gobierno de Bukele desalojó las instituciones públicas de la legión de familiares, producto del nepotismo instaurado por la cúpula y el partido de izquierda ha quedado reducido a una pequeña expresión, y por cómo están las cosas, se aproxima un periodo muy penoso, pues para la nueva derecha ( Nuevas Ideas), es un objetivo político terminar de una vez por todas a ese molesto reducto de enemigos odiosos, a los que está siendo muy sencillo acusarlos de actos de corrupción, abusos de poder mientras gozaban de las mieles del poder y crímenes de guerra. Es bueno agregar que, durante la década de los noventa, los oligarcas se vendieron a ellos mismos: la banca, las telecomunicaciones, las pensiones etc. y esperan la mínima oportunidad para venderse el seguro social y la administración del agua. Pero el estado de la legión de putas no termina ahí, porque luego de todo el perverso proceso de prostitución histórica, e inmediatamente terminada la guerra civil, surge otro parto gonorreico, como producto natural de toda la degradación del estado decadente. Lentamente desde mediados de los años ochenta comenzó a crecer el fenómeno de las maras, los cuales se convirtieron en un estado paralelo de terror al Estado constitucional, las pandillas han sembrado más dolor del que nuestro pueblo puede soportar. Estas hordas criminales no les importan matar a quien sea; miles de salvadoreños son desplazados forzosamente, y los asesinatos son una constante indetenible a pesar de que este gobierno ha bajado los niveles de asesinatos. Ahora entiendo, porque cuando a un salvadoreño le va mal en algún asunto, dice ¡¡Ya me llevo la legión de putas!!

Nuestro pueblo ha soportado con dignidad todo el abuso de la prostitución histórica. Es tiempo de encaminar una nueva reconstrucción. La patria para todos es compromiso de cada uno de nosotros; los administradores del Estado son pasajeros. Rompamos  la manipulación impuesta por el estado oculto y maléfico de los oligarcas y sus proxenetas. Las revoluciones no la hacen hombres solitarios, sino los pueblos conscientes de su destino.

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