domingo, 8 de enero de 2017

Epilogo de la obra la Cofradia del Anillo






EPILOGO

Los sádicos criminales que intelectual y directamente, conformaron los escuadrones de la muerte, aun no han sido juzgados; y algunos de ellos como el caso de Roberto D’Abuisson Arrieta es considerados por los poderosos grupos oligárquicos, y su principal partido de derecha, un  símbolo de la defensa de sus encarnecidos intereses. Por ello no han dudado en levantarle monumentos y promover la imagen y su falso nacionalismo; manteniendo una organizada estrategia que detiene todo intento legal para declararlo un infame asesino. Los responsables que financiaron a los grupos de los energúmenos sicarios, duermen tranquilamente, y sin remordimiento dan el beso de buenas noches a sus nietos. La cultura del terror de Estado de la que fueron responsables en las turbulentas décadas de los 70 y 80 ahora es un molestoso asunto del pasado que solamente les generan expectativas de incertidumbre cuando los medios de comunicación levantan olas noticiosas sobre juicios y condenas a altos ex funcionarios del ejército por tribunales extranjeros; pues el Salvador es el único paraíso de impunidad que les resguarda de ser llevados ante los tribunales de justicia a responder por los miles de asesinados y desaparecidos.
A principios de la segunda década del siglo XXI El pueblo salvadoreño, enfrenta nuevamente otra envestida virolenta sin precedentes, en la que el crimen organizado y el narcotráfico como  producto natural de todo el proceso de descomposición que sufrió el país durante la guerra, ha logrado penetrar la institucionalidad del Estado y mantiene en jaque todo intento represivo para lograr frenar la avanzada del terror  que golpea directamente a los pobres de siempre. La sociedad se encuentra paralizada por el miedo generalizado y el sendero histórico cubierto de cadáveres.
La cultura del terror producto de los poderes facticos y las bandas de criminales que han tenido su escenario en las diferentes coyunturas de la historia de la nación han sido absorbidas por su propia onda expansiva. El pueblo Salvadoreño los ha enfrentado con heroísmo y dignidad y es innegable que en un punto sin retorno este sufrido pueblo, dejara el miedo y tendrá que enfrentarse nuevamente con los viejos antagonismos que subyacen en las convulsiones del presente. Entonces veremos cómo se demuelen monumentos de la vergüenza y se instaura un proceso de verdadera reconciliación de toda la nación. Monseñor Oscar Arnulfo Romero, lo enfatizo en las siguientes palabras:
"Hacemos un llamado a la cordura y la reflexión. Nuestro país no puede seguir así. Hay que superar la indiferencia entre muchos que se colocan como meros espectadores ante la terrible situación, sobre todo en el campo. Hay que combatir el egoísmo que se esconde en quienes no quieren ceder de lo suyo para que alcance a los demás. Hay que volver a encontrar la profunda verdad evangélica de que debemos servir a las mayorías pobres" (Homilía dominical, 2 de abril de 1978)

 

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